Microscópicas relaciones planta-hongo

Daniel Rodríguez García
Educador ambiental, Jardín Botánico Lankester

Oncidium klotzschianum, corte lateral de una raíz de orquídea que muestra las micorrizas (de color rosa) incrustadas en el tejido de la planta. Foto: Melania Fernández

Muchos de nosotros empezamos a entender cómo funciona una planta en la clase de ciencias de la escuela. En mi caso, en un frasco de vidrio transparente, coloqué algodón, un poco de agua y una semilla de frijol de la casa. Para la mente ansiosa y preocupada de un niño, fue una eternidad esperar a que aquella masa negra dormida en su lecho de nubes blancas y esponjosa, tuviera su primer brote verde y comenzara su viaje hasta lo más alto. Fue una maravilla entender que tanto los frijoles como los grandes árboles, tenían un proceso más o menos parecido. Todo está en las condiciones para que esa semilla pueda desarrollarse.

Estas condiciones, para mi futura planta de frijoles, eran muy sencillas, pero no para la guaria morada del patio. Esto significa que si en mi nueva etapa de cultivador hubiera colocado unas semillas de guaria a mi tarrito con algodón, no hubiera ocurrido nada. Lo que no sabía es que las orquídeas son un poco más complejas, porque tienen otras necesidades. Este tipo de plantas necesitan de la asociación con hongos microscópicos que les permiten la germinación. Esta coexistencia no sólo es importante, sino necesaria para que la semilla de la orquídea pueda surgir y establecerse. En la naturaleza, el fruto de la orquídea abre y deja disponibles sus semillas para que el viento se encargue de liberarlas por el medio circundante. Sin embargo, las semillas deben topar con la suerte de ser llevadas hasta un tronco u hoja donde esté el hongo para poder germinar y desarrollarse.

¿Esto significa que, si las semillas no encuentran el hongo, la semilla no va a poder establecerse? Es correcto; de hecho, hay algunas especies de orquídeas que se relacionan solamente con algunos pocos tipos de hongos. Otras de estas plantas son más generales y pueden asociarse a una variedad grande de especies de hongos. Por lo tanto, no hay una regla establecida y esto aumenta más la complejidad de las orquídeas que ya de por sí, son muy interesantes.

Las micorrizas se cultivan en el laboratorio para utilizarlas en la germinación de las semillas de orquídeas. Foto: Grettel Salguero

La relación entre la orquídea y el microhongo se llama micorriza. Es simbiótica porque hay una relación entre dos organismos, y mutualista porque los dos se ven beneficiados. Por un lado, la planta tiene las condiciones necesarias para que las semillas puedan germinar y sobrevivir en las primeras etapas, mientras que los hongos obtienen carbono, es decir alimento, que las orquídeas fijan en el proceso de la fotosíntesis. Aunque hay un beneficio para los dos, las orquídeas son las más dependientes en esta asociación. Los hongos pueden vivir sin la planta, pero la orquídea no puede vivir sin el hongo.

Los cultivadores de orquídeas, que dedican su tiempo y esfuerzo para reproducir orquídeas y venderlas, conocen de esta particularidad. Por eso, para reproducirlas recrean un ambiente similar al que el hongo le aporta a la planta en su estado natural. Esto lo hacen en frascos donde le agregan una sustancia gelatinosa con nutrientes que generan las condiciones necesarias para la germinación de las semillas, como los primeros experimentos con frijoles, pero con las necesidades requeridas por esta planta. Así, pueden vender orquídeas sin tener que extraerlas de su ambiente natural.

Ahora, al entender estas relaciones tan importantes entre organismos, podemos darnos cuenta de lo complejo que es el equilibrio en un ecosistema y lo necesario de preservar el ambiente.

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